La inteligencia artificial (IA), a diferencia del hardware y el software normales, permite a una máquina percibir y responder al entorno cambiante que la rodea. La IA emergente lleva esto un paso más allá, dando lugar a máquinas que aprenden automáticamente asimilando grandes volúmenes de información.

Al igual que la robótica de última generación,
la IA mejorada aumentará
considerablemente la productividad, a medida que las máquinas se
vayan haciendo cargo de algunas tareas que tradicionalmente realizan los
humanos (incluso con un mejor rendimiento). Por ejemplo, las pruebas indican
que los coches autónomos reducirán el número de colisiones; y es probable
que las máquinas inteligentes, al tener acceso a un almacén mucho mayor de
información y responder sin el sesgo emocional humano, puedan diagnosticar
enfermedades mucho mejor que los profesionales médicos. De hecho, el sistema Watson de IBM ya se está
utilizando actualmente en el campo de la oncología para ayudar a diagnosticar y
establecer tratamientos personalizados.
Sin embargo, la IA también tiene sus riesgos. Los más evidentes:
Sin embargo, la IA también tiene sus riesgos. Los más evidentes:
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Esa
pesadilla tan recurrente en obras de ciencia ficción en las que las máquinas
superinteligentes superan y esclavizan a los humanos. Aunque todavía estamos a varias
décadas de que pueda hacerse realidad, los expertos ya están empezando a
tomárselo en serio.
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El reemplazo
de los trabajadores humanos por computadoras producirá cambios económicos que
podrían incrementar las desigualdades sociales y amenazar los empleos
existentes.